Soñe que me perdía en el laberinto del alfabeto. Era una bruma espesa la que cubría mi rostro y el resto de mi cuerpo. Cada nueva letra que acertaba a adivinar, abría un parche de luz y así en minutos o años, no sabría decirlo, formé en hilera mi nombre. Y descubrí que contenía todas las letras del alfabeto y adiviné también que era el mismo nombre de los otros, de aquello que esperaban a la entrada del laberinto para que yo les abriese el camino.