Texto de Lorena González acerca de la muestra de la serie "Caracas. Sinfonía urbana" en el marco de la colectiva El Cono Sur a la luz del trópico.
Itinerarios de un paseante
Síntoma febril
por el viaje y pasión constante por la reconstrucción de lo vivido, son algunas
de las pulsiones que rodean la producción artística del argentino Ezequiel
Barakat. Artista oriundo de la ciudad de Buenos Aires, su obra se ha debatido
entre los tránsitos de su profesión diplomática, extensión que ha desempeñado
en el área de la cultura desde distintos países de la geografía mundial.
Barakat es Licenciado en Ciencias Políticas con especialización en relaciones
internacionales. Sin embargo, desde mediados de los años noventa, ha concretado
investigaciones en el área de la pintura y el dibujo, junto a un conocimiento
amplio en la historia de la cultura que lo ha llevado a una profundización
sobre las manifestaciones artísticas de nuestro tiempo.
Además de su
labor reciente como consejero cultural en Venezuela, tuve la oportunidad de
acercarme a su obra gracias a algunos intercambios en torno a las artes
visuales; espacios donde surgieron interesantes conversaciones sobre su trabajo
plástico. La obra de Barakat destaca, en un primer nivel, por una aprehensión
particular por el papel y por la transformación del mismo, antesala donde el
reciclaje y la reincorporación de elementos de la naturaleza, se origina a
través de un proceso de abstracción orgánica que reposiciona y transfigura la
percepción del afuera en entidad sensorial, ampliando lo mirado por él hacia la
sensibilidad abierta del espectador.
Sin embargo,
más allá de este uso del collage y de la recomposición estructural de los
materiales; descubrimos que en sus procesos creativos existe un nivel profundo
que ensambla las distintas ciudades habitadas por él en el ejercicio de su
profesión. Allí se trama la recuperación secreta de sus pasos a través de la
fotografía digital junto a la extracción de los compendios físicos de ese
paisaje capturado. Ambas estructuras son fusionadas por Barakat para iniciar
los métodos con los cuales diluye la particularidad de lo visto y abre el paso
cromático a la reconfiguración de múltiples estados sensoriales que sobresalen
en sus piezas. En esta ocasión y como en otras oportunidades, el papel ha
cedido su travesía a la tela, buscando fijar y expandir a través de la pintura
la memoria de ese pequeño álbum de estancias y fragmentos que recopila en sus
recorridos: como si para el viajero sólo fuera posible articular los hilos
perdidos de cada cartografía, a través de un cuerpo visual que de algún modo
congrega los resquicios de una existencia siempre dispuesta a desplazarse.