16.3.15

Texto de Lorena González acerca de la muestra de la serie "Caracas. Sinfonía urbana" en el marco de la colectiva El Cono Sur a la luz del trópico. 

Itinerarios de un paseante
                Síntoma febril por el viaje y pasión constante por la reconstrucción de lo vivido, son algunas de las pulsiones que rodean la producción artística del argentino Ezequiel Barakat. Artista oriundo de la ciudad de Buenos Aires, su obra se ha debatido entre los tránsitos de su profesión diplomática, extensión que ha desempeñado en el área de la cultura desde distintos países de la geografía mundial. Barakat es Licenciado en Ciencias Políticas con especialización en relaciones internacionales. Sin embargo, desde mediados de los años noventa, ha concretado investigaciones en el área de la pintura y el dibujo, junto a un conocimiento amplio en la historia de la cultura que lo ha llevado a una profundización sobre las manifestaciones artísticas de nuestro tiempo.
                Además de su labor reciente como consejero cultural en Venezuela, tuve la oportunidad de acercarme a su obra gracias a algunos intercambios en torno a las artes visuales; espacios donde surgieron interesantes conversaciones sobre su trabajo plástico. La obra de Barakat destaca, en un primer nivel, por una aprehensión particular por el papel y por la transformación del mismo, antesala donde el reciclaje y la reincorporación de elementos de la naturaleza, se origina a través de un proceso de abstracción orgánica que reposiciona y transfigura la percepción del afuera en entidad sensorial, ampliando lo mirado por él hacia la sensibilidad abierta del espectador.
                Sin embargo, más allá de este uso del collage y de la recomposición estructural de los materiales; descubrimos que en sus procesos creativos existe un nivel profundo que ensambla las distintas ciudades habitadas por él en el ejercicio de su profesión. Allí se trama la recuperación secreta de sus pasos a través de la fotografía digital junto a la extracción de los compendios físicos de ese paisaje capturado. Ambas estructuras son fusionadas por Barakat para iniciar los métodos con los cuales diluye la particularidad de lo visto y abre el paso cromático a la reconfiguración de múltiples estados sensoriales que sobresalen en sus piezas. En esta ocasión y como en otras oportunidades, el papel ha cedido su travesía a la tela, buscando fijar y expandir a través de la pintura la memoria de ese pequeño álbum de estancias y fragmentos que recopila en sus recorridos: como si para el viajero sólo fuera posible articular los hilos perdidos de cada cartografía, a través de un cuerpo visual que de algún modo congrega los resquicios de una existencia siempre dispuesta a desplazarse.

Lorena González I.