El viejazo
Que cómo era la señora me pregunta. Un pan de Dios. La Señora Beba tenía un montón de amigas. Todas señoras muy bien ubicadas. De ahí, del barrio. A la tardecita, siempre se juntaba con dos o tres de las más íntimas a jugar a las cartas o sino tomaban el té en alguna confitería de Callao. La señora Beba era muy amigable, muy querida ¿vio? Tenía montones de amigas. Bueno yo a todas no las conocía, pero cada vez que iba al Disco de Quintana con mi prima, la Leti, que trabaja en casa de la mejor amiga de la señora y es muy chusma, usted no sabe; ella siempre me contaba todo. Que dónde se juntaban, que de qué hablaban. Si por ella me entere del asunto del señor. Bueno, que en paz descanse, pero yo siempre fui una tumba. Saber, lo que se dice saber, que quiere que le diga, lo sabía. Creo que la señora Beba fue la última en saberlo. Siempre pasa eso, ¿no? La cornuda es la última en enterarse. Y mire como terminó.
Yo algo había presentido, como un pálpito, ¿vio? Y mire que mi Pedro, Pedrito es mi esposo, bueno, estamos juntados pero como si lo fuera; mi Pedrito siempre me dice: mira que sos bruja vos. Cuando le llevé el desayuno a la señora ese día me di cuenta enseguida de que no estaba bien. Eran los ojos, parecían, como le digo, me faltan las palabras ¿vio? Vacíos. Eso, vacíos. Como muertos, digamos.
¿Quién lo hubiera dicho? ¡Por Dios y la Virgen¡¡Como fue a desgraciarse así por una atorranta¡ El señor, que en paz descanse, era muy bueno, una cultura, una educación que para qué le cuento. Conmigo siempre respetuoso, y cómo lo quería a mi Pedrito, si hasta le conseguía changas ahí por Ezeiza, donde tienen la quinta. Pero ya lo sabe, señor oficial, los hombres son como los animales, que quiere qué le diga.
Dicen que era una chica de la calle, por la foto se ve que era muy linda, no era una nena tampoco, andaba por los treinta. El diario dice que estaba vestida de floreado, con zapatos rojos y un saquito de lana también rojo, en el café que queda en la cuadra de la oficina del señor, que en paz descanse. Ahí en pleno centro, ¿vio? Yo siempre leo el Popular ¿sabe? Como harán para conocer tanto detalle, digo yo. Y que el señor estaba con ella, que se arma la gorda cuando llega el que parecía el cafisho de la mujer, que entra la señora hecha una desquiciada, que se abalanza sobre el señor, que la chica trata de escapar, que atropella a un mozo, que trata de subirse a un colectivo, que el señor la sigue, y que entonces ahí pasó lo que pasó. Si hasta una foto de la mancha de sangre en la parada del 39 sacaron los del Popular. Sí, sí, perdón oficial, ya sé que todo esto ustedes lo saben.
Que cómo era la señora, me pregunta. Un pan de Dios, que quiere que le diga, no mataba ni una mosca. ¡Como se fue a desgraciar¡ ¡Por Dios y la Virgen ¡¿Porqué lo hizo? Si todos sabemos como son los hombres, como animales. Para mí que el señor se enamoró; que le agarro el viejazo, como quien dice.
Ezequiel Martín Barakat
Que cómo era la señora me pregunta. Un pan de Dios. La Señora Beba tenía un montón de amigas. Todas señoras muy bien ubicadas. De ahí, del barrio. A la tardecita, siempre se juntaba con dos o tres de las más íntimas a jugar a las cartas o sino tomaban el té en alguna confitería de Callao. La señora Beba era muy amigable, muy querida ¿vio? Tenía montones de amigas. Bueno yo a todas no las conocía, pero cada vez que iba al Disco de Quintana con mi prima, la Leti, que trabaja en casa de la mejor amiga de la señora y es muy chusma, usted no sabe; ella siempre me contaba todo. Que dónde se juntaban, que de qué hablaban. Si por ella me entere del asunto del señor. Bueno, que en paz descanse, pero yo siempre fui una tumba. Saber, lo que se dice saber, que quiere que le diga, lo sabía. Creo que la señora Beba fue la última en saberlo. Siempre pasa eso, ¿no? La cornuda es la última en enterarse. Y mire como terminó.
Yo algo había presentido, como un pálpito, ¿vio? Y mire que mi Pedro, Pedrito es mi esposo, bueno, estamos juntados pero como si lo fuera; mi Pedrito siempre me dice: mira que sos bruja vos. Cuando le llevé el desayuno a la señora ese día me di cuenta enseguida de que no estaba bien. Eran los ojos, parecían, como le digo, me faltan las palabras ¿vio? Vacíos. Eso, vacíos. Como muertos, digamos.
¿Quién lo hubiera dicho? ¡Por Dios y la Virgen¡¡Como fue a desgraciarse así por una atorranta¡ El señor, que en paz descanse, era muy bueno, una cultura, una educación que para qué le cuento. Conmigo siempre respetuoso, y cómo lo quería a mi Pedrito, si hasta le conseguía changas ahí por Ezeiza, donde tienen la quinta. Pero ya lo sabe, señor oficial, los hombres son como los animales, que quiere qué le diga.
Dicen que era una chica de la calle, por la foto se ve que era muy linda, no era una nena tampoco, andaba por los treinta. El diario dice que estaba vestida de floreado, con zapatos rojos y un saquito de lana también rojo, en el café que queda en la cuadra de la oficina del señor, que en paz descanse. Ahí en pleno centro, ¿vio? Yo siempre leo el Popular ¿sabe? Como harán para conocer tanto detalle, digo yo. Y que el señor estaba con ella, que se arma la gorda cuando llega el que parecía el cafisho de la mujer, que entra la señora hecha una desquiciada, que se abalanza sobre el señor, que la chica trata de escapar, que atropella a un mozo, que trata de subirse a un colectivo, que el señor la sigue, y que entonces ahí pasó lo que pasó. Si hasta una foto de la mancha de sangre en la parada del 39 sacaron los del Popular. Sí, sí, perdón oficial, ya sé que todo esto ustedes lo saben.
Que cómo era la señora, me pregunta. Un pan de Dios, que quiere que le diga, no mataba ni una mosca. ¡Como se fue a desgraciar¡ ¡Por Dios y la Virgen ¡¿Porqué lo hizo? Si todos sabemos como son los hombres, como animales. Para mí que el señor se enamoró; que le agarro el viejazo, como quien dice.
Ezequiel Martín Barakat